El día 5 de agosto de 1904 fue un día muy importante en la historia de la montaña astur, un día en que ese paisaje que nos envuelve encontraría un punto de referencia para cada uno de los que disfrutamos de tener tan cerca una abundante cantidad de bellezas naturales.
Allá en Picos de Europa había un hombre que pensaba en realizar lo que parecía imposible: subir a la cumbre del Naranjo de Bulnes o picu Urriellu (2519 m.), un monolito cónico e inaccesible al que nadie se había atrevido a acercarse, la dificultad era evidente.
Pedro Pidal y Bernaldo de Quirós, más conocido como Marqués de Villaviciosa (título concedido a la familia por Isabel II), nació en Somió en el año 1869 y siempre fue un gran aficionado a la caza mayor. De buena situación familiar, no dudaba en compartir alimento con sus guías y compañeros en las andaduras montañeras, eran épocas de mucha estrechez. Enamorado de las montañas que pisaba asiduamente, abrió una famosa vía en La Torre de Santa María a la que dio su nombre (Corredor del Marqués,1907). Ya comenzada la Guerra Civil, su casa es saqueada y sus trofeos de caza paseados por las calles de Madrid. Precisamente en ese allanamiento pierde un trozo de cuerda que había dejado abandonada en el descenso del picu Urriellu y que le había devuelto Víctor Martínez Campillo.
Una de sus principales preocupaciones era pensar que algún extranjero lograra hollar la cumbre virgen del Urriellu y pudiese dejar su bandera en la cima, él prefería que un asturiano fuera el primero. El cómplice del Marqués en la primera escalada al Naranjo, poniendo el punto de inicio a la escalada de dificultad en nuestro país, fue Gregorio Álvarez “El Cainejo”.
El Marqués fue el gran impulsor de la creación de los dos primeros parques nacionales de España, en el año 1918: Montaña de Covadonga y Ordesa. Antes había visitado Yellowstone y Yosemite para tomar las ideas de la gestión de los parques nacionales norteamericanos. Sin aquellas iniciativas e ideas conservacionistas posiblemente hoy sería todo diferente en cuanto al avance en las figuras de protección asturianas.
Muere en Gijón en el año 1941 y es enterrado en la iglesia de Covadonga. Posteriormente sus restos son trasladados al mirador de Ordiales según había hecho constar en su testamento. El 18 de septiembre de 1949 ya obtenida la autorización del vaticano, una larga comitiva de montañeros, tras la misa en vega de Enol, se alternan en el porteo del Marqués por la ruta de subida desde el pozu del Alemán, a Vegarredonda y Ordiales. Hoy su tumba es visitada por innumerables personas que se acercan a disfrutar de un entorno grandioso. El Marqués catalogó este lugar como el más bello del mundo. Allí, hoy se pueden leer sus palabras:
“Nosotros, enamorados el Parque Nacional de La Montaña de Covadonga; en él desearíamos vivir, morir y reposar eternamente; pero, esto último, en Ordiales, en el reino encantado de los rebecos y las águilas, allí donde conocimos la felicidad de los Cielos y de la Tierra, allí donde pasamos horas de admiración, emoción, ensueño y transporte inolvidables, allí donde adoramos a Dios en sus obras como Supremo Artífice, allí donde la naturaleza se nos apareció verdaderamente como un templo”.
Dejo a continuación algunos de los párrafos extraídos del relato que él mismo escribió sobre su proeza.
“El 4 de agosto de 1904, dormimos Gregorio y yo, al par de unas cabras, al acabar la canal de Camburero. Salimos al amanecer con dirección al Naranjo.....”
“...llegamos a un punto en que tuvimos que dejar los morrales, los anteojos y los palos, todo, menos la cuerda, para marchar con el mayor desembarazo posible. Gregorio se descalzó, y yo ajusté de nuevo mis sólidas alpargatas.”
“Sin decir más, nos atamos fuertemente la cuerda a la cintura, cada uno por un extremo, y empezamos la subida. El Cainejo tomó la delantera, lo más difícil, y yo seguí de cerca, poniendo los pies y las manos donde él había puesto los suyos, y así fuimos trepando un buen trecho.”
“...al llegar a la cumbre, el más formidable ¡hurra! que di en los días de mi vida...Era la una y cuarto de la tarde.”
“...y para la construcción de torres o señales que dieran testimonio de haber estado allí arriba. Desde la una y cuarto hasta las dos y cuarto, una hora justa, estuvimos fabricando con ardor pirámides, con las piedras deshechas por el rayo que encontramos en aquella cima inhospitalaria, sin rastro de vegetación alguna.”
“(En la bajada) El procedimiento seguido fue el siguiente: para mí, como a la subida, lo más cómodo y hacedero, bajaba delante, cuando de pecho, cuando de espaldas al muro, y mi compañero me deslizaba, teniendo de la cuerda, hasta que tocaba punto firme".
Aquél cainejo que se movía como las mismas cabras sobre la caliza se juntó al Marqués para dejar en los calendarios, en los libros, en la montaña.... una fecha para la historia. El día de la primera escalada al Urriellu, el día de aquella proeza. Fotos: Cara sur del Urriellu y tumba del Marqués en Ordiales.
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