16 may 2008

Camín Real de Sellón

LOS RESTOS DE LA HISTORIA

Un día cualquiera en la collada de Arniciu, miramos hacia Piloña, levantamos la mirada y vamos a parar al picu Facéu, montaña vigía del camín Real que socava sus estribaciones. Pensamos que otra de las riquezas en el entorno de Arniciu es tener en su cercanía el tramo mejor conservado del camín Real de Sellón o Facéu. En general, el trazado de este camino histórico se encuentra, a día de hoy, dividido y sepultado bajo carreteras. Entre La Casilla y el pueblo piloñés de San Vicente se encuentra el fragmento mejor tratado y respetado hasta la fecha.
Se considera un camino de origen romano ya que este pueblo adecuaba trazados, en algunos casos prehistóricos, con contrafuertes, puentes, empedrados, etc. y solía buscar lugares de buena visibilidad, evitando valles angostos en los que pudieran ser sorprendidos por guerrilleros de las tribus autóctonas. Muchas de estas vías romanas pasaron a llamarse caminos reales porque los reyes, en épocas pasadas, cobraban los derechos reales a los que hacían uso de ellos.

La antigua vía comunicaba la meseta castellana con la costa de Asturias. Los pueblos leoneses de Lois, Burón, Acebedo, Lario, La Uña y Riosol (antigua venta y capilla) eran testigos de su paso. Al concejo casín entraba por el puerto de Tarna y seguía el itinerario que se apunta a continuación: Fuente La Nalona, Tarna, colláu Paréu, vega Baxu, Pendones, La Foz, Bezanes, Soto, carretera de Belerda, piscifactoría, puente romano, Campo de Caso, carretera hacia Infiesto, collada Moñu, Les Lleres, molín de Gobezanes, Gobezanes, collada de Arniciu, La Casilla, Frieru, La Llinar y les camperes del Sellón.
Ya en Piloña, descendía por San Vicente y Lozana hacia Infiesto y después continuaba bordeando el monte Cayón con rumbo hacia Colunga y Villaviciosa.
En Campo de Caso encontraba uno de los ramales principales que bajaba hacia Rioseco y Laviana, otro descendía desde les camperes del Sellón hacia L’Omedal y Espinaréu.

Teniendo en cuenta que las comunicaciones en Asturias, provincia históricamente aislada por la dificultad geográfica, no explotaron hasta avanzada la mitad del siglo XIX y principios del s. XX, el uso de este camino tal y como es ahora no es de tiempo histórico muy amplio. La historia es otra...

Empezaron llamándose “trajineros o trajinantes” (topónimo más antiguo), luego fueron “arrieros” y en tiempos más cercanos “carreteros”. Fueron los transportistas del pasado y uno de los gremios que empleó con más asiduidad los caminos reales. “Arrieros somos y en el camino nos encontraremos” es un dicho popular en alusión a este viejo oficio del que eran partícipes carros, caballos, mulos, burros, pellejos, tinajas, alforjas, etc. Arriería, como palabra, se deriva de arría que significa recua o conjunto de caballos destinado al transporte de mercancías. Es una voz que proviene del “arre” que se usaba para avivar el paso de los animales.
Chema Argüelles escribe esta frase: “Los arrieros de Caso llevaban en sus reatas de caballos los productos de la comarca, en particular madreñas y quesos casinos, muy estimados en los pueblos de la montaña leonesa, así como nueces, avellanas y castañas”. Entre otros muchos usos, el camín era utilizado por los arrieros de la marina para llevar salazones, bacalao y sal desde Lastres, Tazones y Colunga hacia Castilla.

Puntos clave en la ruta eran las ventas o alberguerías, capillas y leproserías que se extendían a lo largo del camino.

En la collada Moñu existió una malatería. Las malaterías eran hospitales para el cuidado de enfermos de lepra (malatos o leprosos). Se decía que esta enfermedad había sido introducida por las legiones romanas, aunque posteriormente se arraigó por la deficiencia de higiene y alimentación. Las primeras malaterías debieron de ser fundadas como donaciones –era un acto muy grato ante Dios–, pero terminaron funcionando como un negocio más, ya que los bienes que entregaban los enfermos hacían que fuese rentable. Las malaterías dejaron de funcionar en el siglo XVIII debido a la reducción de la enfermedad. En el siglo XIII existen más de veinte malaterías documentadas en toda Asturias. Una de ellas es la de Moñu y las más cercanas a ella son la de Comillera (Laviana) y Vallobal (Piloña).

En Frieru había una alberguería. El edificio tenía dos estancias cerradas: habitación y cuadra. Había un corral abierto en medio. La estancia en la que se dormía se llamaba “jelechal”. Todo transeúnte, peregrino, arriero, etc. encontraba techo y refugio de los animales salvajes además de evitar asaltos nocturnos de los ladrones. Según cuenta Guillermo Mañana en su libro “A la sombra del Tiatordos”, la venta de Frieru perteneció hasta 1383 a Rodrigo Álvarez de Asturias, conde de Noreña, del que dice podía ir desde Noreña a su castillo de Lillo sin apenas salirse de sus tierras. Después el edificio pasó a manos de La Iglesia de Oviedo. En 1392, Enrique III la devolvió al conde D. Alfonso. Dos años más tarde pasa a propiedad de los reyes. Actualmente es propiedad del Ayuntamiento de Caso.
La venta era administrada por un ventero que elegían los vecinos de Caso. En 1645, Gaspar de Caso toma el privilegio de nombrarlo, aunque él otorga a los casinos la propuesta de seis candidatos entre los que elegir al ventero. La alberguería funcionó hasta finales del siglo XIX. La apertura de la carretera Campo de Caso - Infiesto hizo que ésta perdiese su función anterior y pasase a ser de uso ganadero.
También hubo en Frieru una Iglesia parroquial, Santa María la Real de Frieru.

En La Llinar (topónimo derivado de la existencia de cultivos de lino en la zona) existía una alberguería que había sido construida por el cura del Tozu en el año 1766. En les camperes del Sellón quedan las ruinas de la ermita del s. XIV devoradas por la maleza. Era iglesia parroquial en 1385 y tenía cementerio. En ella se impartió clase a los niños de los pueblos cercanos. Aún hoy se pueden contemplar los restos de la edificación en la parte alta del camino.
Fotos: Frieru y Llinar